Una inspiradora experiencia cultural y religiosa: samagam

Posted on: Lunes, ene 28, 2013

Por SAT ATMA SINGH/Compassion Times

DISTRITO FEDERAL _ De una forma u otra sabemos que Kundalini Yoga como lo enseñó Yogui Bhajan está estrechamente ligado a la religión sikh.

Puede ser por los turbantes que muchos de nuestros maestros usan, porque los mantras que entonamos son con frecuencia extractos del Siri Guru Granth Sahib, el libro sagrado de esa religión, o también porque cuando necesitamos que nos ocurra un milagro, invocamos a Guru Ram Das, el cuarto Guru de esa tradición.

Sin embargo, que sepamos esto no implica que profundicemos en el sikhismo ni que asistamos a un Gurdwara o que nos relacionemos con personas que profesan esa religión, pero que no sean yoguis o yoguinis.

Y justamente algunos de estos sikhs, que no practican yoga y se congregan semanalmente en un Gurdwara que queda en Tecamachalco, estado de México, y que son originarios de India o descendientes directos de familias de esa nacionalidad, organizaron hace una semana un evento que exhibió en todo su esplendor y pureza de lo que se trata el sikhismo.

Me refiero al Saad Sangat Samagam registrado del viernes 18 al lunes 21 de enero en el club Naval del Distrito Federal, que reunio a cientos de sikhs que llegaron desde Canadá, Estados Unidos y México para esta celebración que se remonta a mediados del siglo pasado y que surgió con el propósito de alejar temas políticos, intelectuales o sociales de las actividades devocionales, lo cual limita lo que se puede hacer a, practicamente, una cosa: cantar.

Nada de discursos, nada de discusiones, nada de intercambios de ideas. Durante los cuatro días lo que se hace es cantar kirtan y específicamente en este caso, Shabd kirtan, ya que todos los cánticos son versos que provienen del Siri Guru Granth Sahib. Así que esa propicia una bella oportunidad de familiarizarse con los inspiradores mensajes sagrados del majestuoso Guru, que en este caso es presentado de la más esplendorosa manera, con un palqui repleto de flores, ornamentado con símbolos del Adi Shakti, del Ek Ong Kar, espadas de doble filo y dagas (kirpans) de varios tamaños y formas.

También es destacable la participación de ragis, o músicos, que van desde chiquillos que tienen menos de 10 años, hasta los más veteranos y experimentados. Todos, con hermosas voces y armonías elevan el espíritu de la comunidad presente (a quienes llaman sangatis) y veneran de esa armónica manera al Adi Granth (otro nombre que recibe el SGGS).

Mandeep Singh, un chiquillo de 12 años oriundo de la ciudad estadounidense de Atlanta, era uno de los músicos que alternaban turnos en la tabla, un instrumento de percusión típico del norte de India que consiste en dos pequeños tambores de cuerpo metálico y parches de piel. Indicó que empezó a tocar ese instrumento de percusión cuando tenía dos años y hoy día, cada vez que acompaña a un ragui, lo hace con una admirable maestría.

Como Mandeep Singh y su familia, los participantes llegaron de muchas otras localidades de Arizona, Texas, Nueva York, California, pero también de Montreal, Calgary y Quebec, en Canadá.

Kartar Singh, es uno de los miembros del comité que organiza los samagams en América del Norte, nos explicó que cada año se realizan entre 7 y 8 de estos eventos en Canadá y hasta 25 de ellos en Estados Unidos. Señaló que es la segunda vez que se organiza el de México, cuya fechas coincidieron en Estados Unidos con el puente del día conmemorativo de Martin Luther King Jr., lo cual favoreció que muchas personas pudieran viajar y asistir al mismo.

Indicó, no obstante, que es notable la participación de los sikhs que residen en México, entre indios y nativos mexicanos, en varios de los samagams que se organizan en Estados Unidos, especialmente en el de Albuquerque, Nuevo México, al cual asiste gran cantidad de yoguis de nuestra tradición.

El fervor, entrega y devoción se aprecia no solo entre los viajeros que organizaron largas travesías para presentarse a la reunión y quienes prácticamente permanecen todo el tiempo dentro de la misma, haciendo escasas o prácticamente ninguna visita con fines turísticos de la ciudad en la que se encuentran, en esta caso México. También los anfitriones se vuelcan extraordinariamente al evento para encargarse de toda la logística, desde ir a recoger a los visitantes al aeropuerto, acomodarlos en un hotel, transportarlos del hotel a la sede del evento y preparar seis comidas diarias.

Y la comida, definitivamente es una parte esencial del encuentro. La variedad de exquisitos platillos que preparan con las características especies de sabores intensos que se utiliza en la cocina india son dignos de mencionar, acompañados de pan recién horneado y sabrosos postres y chai (té). Pero el hecho de que se sirva en la modalidad de langar, formando hileras que se sientan a comer en el piso en un salón, es la usanza que Guru Amar Das, el tercer guru sikh estableció hace cientos de años con la intención de favorecer e incentivar la interacción de las personas sin importar su proveniencia, origen, casta, etcétera.

Así tuve oportunidad de conocer un ingeniero que labora en la industria tecnológica diseñando microprocesadores, que llegó desde la ciudad texana de San Antonio, con su esposa y dos hijos, para sumergirse en esta celebración. También a un grupo de esplendorosas y talentosas cantantes canadienses que por segunda ocasión participaban en el samagam de México. Y a una amable tía que se acercó con curiosidad a nosotros, los yoguis mexicanos, a indagar cómo habíamos resultado involucrados en este camino espiritual.

En fin, la experiencia fue también una valiosa manera de compenetrar en una cultura distante, en una manera particular de construir comunidad basados en una creencia religiosa común y experimentarlo personalmente. La participación de la comunidad de yoguis y yoguinis en el evento fue notable, pues un buen número llegó en diferentes momentos, sin embargo, pocos permanecieron a lo largo de los cuatro días. Supongo que la falta de costumbre, la desventaja de tener que cumplir con la rutina propia de tu casa y ciudad y quizás el desconocimiento de lo profundo e inspirador que es el evento, actuaron en contra de que se quedaran más tiempo.

En mi caso, resultó maravilloso tener oportunidad de disfrutar y participar en el simram, que consiste en meditar repitiendo durante alrededor de una hora el mantra “Wahe Guru”. Ha sido, desde que hace años dejé de consumir sustancias psicotrópicas y estimulantes, la experiencia más alucinante que he tenido. Fui transportado a un estado de conciencia alterada en el que la fusión de la música, el canto de las personas alrededor mio y el que yo mismo emitía se convirtieron en una sola vibración que derritió todas las barreras físicas y mentales. Me inundó sensorial, mental y espiritualmente de una manera sobrecogedora. Era como volar de la forma en que las hojas secas vuelan arrastradas en la dirección en que sopla el viento. La sublime sensación permaneció en mi por días y aun hoy, cuando la evoco, me estremece los sentidos. Por ahora mi única esperanza es volver a participar en un samagam.

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